sábado, 28 de enero de 2012

QUINTO DÍA DE TREKKING. Larjung - Tatopani. 25/08/2011

Sonó el despertador. Eran las seis de la mañana. El cansancio era mayor del que nunca habíamos imaginado. Las largas horas de caminata acumuladas, sumadas al estrés de los últimos días y a las heridas que comenzábamos a tener en los pies hacían de esta jornada una de las más duras tanto física, como sobretodo, psicológicamente. Solo pensar que teníamos ante nosotros más de 35 kilómetros suponía un auténtico reto  así que decidimos comenzar la marcha sin más demora y omitiendo el desayuno.


El día había amanecido nublado. Sin embargo las nubes daban un toque tenebroso a las vistas, lo que sumaba un mayor exotismo a la jornada. Los primeros kilómetros transcurrieron por amplias veredas que hacían la caminata agradable. Charlábamos animosamente y bromeábamos con la ausencia de relajación en estas vacaciones. Eso sí, todos nosotros sabíamos que a pesar del cansancio y de las quejas, ninguno cambiaría esas vacaciones por una estancia en cualquier resort caribeño.







Esta etapa tenía una humedad importante. El sudor hacía que nuestras camisetas funcionasen como una capa más de nuestras piel. Pegajosas y nada transpirables. Aunque el principal inconveniente no era ese, sino la aparición de las tan temidas sanguijuelas. En Pokkara habíamos comprado las polainas y a través de ebay nos habíamos hecho con un líquido infalible contra esas larvas asquerosas. De vez en cuando nos íbamos revisando e incluso repasábamos que las polainas estuvieran bien colocadas. Los caminos se iban estrechando y los matojos y hierbajos eran enormes y, en ocasiones, casi intransitables debido a las lluvias monzónicas. 



Pasaban las horas y seguíamos andando. Atravesábamos paisajes maravillosos y pueblos encantadores donde no había nepalí que te negara el saludo. Nos miraban como a extraños. Y cuando veían las cámaras les gustaba posar para nosotros. Aunque también había críos muy bien aleccionados. Bajo el susurro de "sweets" o bajo la pose inocente de la mano te hacían mil carantoñas esperando su recompensa. Se te hace duro no ofrecer nada, de hecho en ocasiones caímos en sus redes, a pesar de que nos habían advertido de que no les diésemos nada. ¿Por qué? En el caso de los caramelos estaba claro. La higiene dental en Nepal es inexistente y si los extranjeros vamos ofreciendo a los más jóvenes las tan ansiadas 'chuches' podría supone un aumento en las posibilidades de contraer caries. Puede parecer una tontería, pero tiene un trasfondo real y verdaderamente peligroso. Las asistencias sanitarias son nulas en Nepal y si bien en España una simple caries es un asunto nimio, en Nepal puede ocasionar verdaderos problemas.

En el caso de ofrecer monedas que para nosotros son insignificantes era otro de los problemas. Para conseguir un verdadero desarrollo del país hay que evitar por todos los medios potenciar la mendicidad. Esos críos son enviados por sus progenitores quienes ven más rentable mandar a sus hijos a pedir dinero a los extranjeros antes que enviarlos a una escuela para aprender, lo que consecuentemente repercute en el progreso del Nepal, tan duramente castigado por la pobreza.


Esta reflexión nos la repetimos día a día durante nuestra travesía. Aunque en ocasiones nuestro corazoncito no nos permitía seguir dichas premisas.




Las horas pasaban y el cansancio acumulado era ya agotador. Había quienes contaban con varias ampollas en los pies y decidimos acortar un tramo tomando un autobús local. La experiencia que vivimos en ese autobús fue, tal vez, la de mayor pánico sufrida en todo el viaje. El bús recorría senderos tan estrechos que parecía que las montañas quisieran acariciarlo por un lado y desprenderlo por el otro. Precipicios kilométricos asomaban al lado izquierdo del autobús. La velocidad era brutal, lo que sumado a las rocas existentes provocaba unos traqueteos que parecían que terminarían con el autobús volcado. Ángela y yo decidimos tomarnos las manos y agacharnos. No queríamos ver los desfiladeros.











En apenas media hora nos bajamos del autobús. El camino se hizo intransitable para los medios de transporte y tuvimos que seguir caminando. Sin embargo tampoco era tan fácil para nosotros. Tuvimos que andar, casi escalar, por laderas repletas de piedras. Cualquier tropiezo o cualquier pisada en falso era una caída mortal. En fila india y pisando dos y tres veces íbamos andando con precaución y sigilo. Hasta que comenzamos a escuchar: "Get out!!! get out!!!" Miramos hacia arriba. Una multitud de personas tiraban piedras para limpiar el sendero de los restos de rocas traídos por las lluvias monzónicas. El susto y la tensión fue en aumento. Pretendían que mientras ellos 'limpiaban' su camino nosotros nos quedábamos a medio andar en medio de un precipicio. "No way!!!", gritamos. Y así conseguimos que nos dejaron pasar antes de seguir tirando las piedras.




Así continuamos nuestro camino hasta que llegamos a un puesto de descanso. Decidimos picar algo, refrescarnos y negociar por un taxi que nos llevase hasta Tatopani. Estábamos muy cerca, pero nos habíamos quedado sin fuerzas después de andar durante 10 horas. Este fue el único momento en todo el viaje en el que nos sentimos timados. Fuimos conscientes, pero no nos quedaba otra. Nos pedían 30 euros por llevarnos hasta Tatopani. 30 euros que para nosotros no son nada, pero para adecuarlo a su nivel de vida hay que multiplicarlo por 10... ¿300 euros por un trayecto de 1 hora? Nos ofrecieron tomar un autobús a 2 euros por persona (precio 100% razonable), pero nos advertían que debíamos esperar a que el bus estuviera lleno, algo que probablemente no sucediera nunca, teniendo en cuenta que empezaba a anochecer así que tomamos el taxi.

Así nos dejaron en Tatopani. ¡Al fin! Buscamos un lodge, de reciente apertura, donde decidimos tomarnos unas cervezas antes de irnos a disfrutar de las tan famosas hot springs. Era una piscina compuesta por aguas a una temperatura altísima que emanaban de manera natural de la tierra. Allí iban muchos locales a por agua o a ducharse. Nosotras decidimos bañarnos con camiseta. No queríamos alterar demasiado el entorno. Nos tocaba descansar.