domingo, 25 de septiembre de 2011

PLAZA DURBAR KTM- TEMPLO DE LOS MONOS- PATAN / 20-08-2011


Primer amanecer en Nepal. ¡Que noche más larga! Jamás pensé que el ‘jet lag’ podía ser tan real. Horas dando vueltas en la cama hasta que el aburrimiento me hizo dormir. Joserra había lavado la muda con la que había llegado al país asiático por si su maleta no aparecía, pero 12 horas después la ropa seguía igual. ¡Qué humedad se respiraba en el país! Así decidimos colgar con imperdibles la ropa en las mochilas (una auténtica guarrada teniendo en cuenta la polución reinante en Kathmandú).

Tras un mediocre desayuno decidimos adentrarnos por la ciudad, dispuestos a absorber toda la cultura del país. A pesar del schok experimentado el día anterior, la sorpresa y el desconcierto seguía entre nosotros. Pronto nos percatamos de que para disfrutar de este tipo de países es necesario llevar la mente muy abierta. Si no es así jamás se puede gozar de un viaje de este tipo.

Pronto fuimos a buscar la Plaza Durbar. Diez minutos a pie, en los que los locales vendían en sus tiendas sus productos, troceaban la carne de los animales a cuerpo completo, hacían collares de flores… Una maravilla de quehaceres diarios que nos impedían cerrar nuestras bocas. Estábamos ante un museo de la vida. Un museo de actividades cotidianas. ¿Quién dijo que viajar era ver monumentos increíbles o salas enormes con cuadros de incalculable valor? ¡Cuánto se aprende con solo ver el día a día de los nepalíes!







La Plaza Durbar (300 NPR), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es una plaza llena de templos. Paseamos durante horas, recorriendo las diferentes edificaciones religiosas y  disfrutando de la cultura hinduista.









El recorrido era más que asombroso. Además, los templos se sucedían y con ellos sus formas de culto. En un principio nos resultaron chocantes, aunque con los días nos hicimos a sus costumbres. Normalmente, a primeras horas de la mañana, las mujeres llevaban bandejas con ofrendas a sus dioses. Tomaban el mejunje preparado y lo pasaban por las distintas deidades y, a su vez, se colocaban un poco sobre sus cabezas. Este ritual era diario y constante y evidenciaba así todo aquel que había ido a rezar ese mismo día.





Nuestra siguiente parada era Swayambunath o el conocido como templo de los monos. La ascensión al templo por las enormes escalinatas nos pareció vertiginosa, una subida que días más tarde nos resultaría ridícula. Sin embargo hasta ese momento nuestra lucha era llegar hasta la cima de este maravilloso templo, situado en lo más alto de una colina. Durante la subida nos pusieron nuestro primer tika (puntito rojo sobre la frente) y nos encontramos a algunos de los monos que dan nombre al templo (aunque en Pashupantinath nos encontramos muchos más). De todos modos si alguien quiere evitar las escaleras solo debe advertir al taxista que lo deje directamente arriba del templo.






A pesar de que el hinduismo es la religión imperante con absoluta mayoría en Nepal, existe un importante núcleo de budistas. Buena parte de estos provienen del Tibet. Precisamente este templo es lugar de budistas tibetanos. Según su religión deben rodear la estupa en el sentido de las agujas del reloj, recorriendo con las manos las hileras de ruedas de oraciones, cada una de ellas con el mantra sagrado inscrito.



Aunque el recinto iba más allá de la imponente estupa. Numerosos templos impregnaban el lugar de un aura espiritual importante, con numerosos rituales ubicados en cualquier esquina.




Tras el regateo de un nuevo taxi nos marchamos hasta el próximo destino: Patan, una ciudad situada en el valle de Kathmandú, a escasos kilómetros de la capital nepalí. La Plaza Durbar de Patan resultó ser mucho más espectacular que la de Kathmandú y decidimos sentarnos en uno de sus templos, solo para ver el movimiento de la ciudad. Y es que las idas y venidas de los nepalíes vistas desde cualquier escalón eran muy significativas del día a día de los habitantes de Nepal.





Antes de volver al hotel para darnos una ducha decidimos llamar al aeropuerto, tal y como nos habían aconsejado. La recepcionista de nuestro nuevo hotel de Patan llamó y nos avisaron de que la maleta ya había llegado así que nos fuimos directos al aeropuerto. Este era el primer guiño de suerte de todos los que nos acompañarían durante el viaje.



Enseguida volvimos a Patan. Decidimos pasar la noche en esa maravillosa ciudad porque a la medianoche empezaba una festividad muy importante: el cumpleaños de Krishna, reencarnación de Visnu. Al día siguiente partíamos muy pronto hacia Pokhara así que decidimos esperar hasta que empezase a la medianoche. Cenamos con vistas a la plaza Durbar y fuimos partícipes del ambiente festivo de la ciudad. Las mujeres hacían cola ante el templo de Krishnu para hacerle ofrendas. La Plaza Durbar estaba repleta de ramas que repartían (al estilo a los Domingos de Ramos con las palmas) y las mujeres vestían sus mejores galas para realizar las ofrendas. Sí, también había hombres, aunque estos eran los menos.






¿RECOMENDARÍAS EL HOTEL?

Hotel Cafe de Patan:
El precio fue de 900 NPR. Esta habitación fue la más cara de todo el viaje, siendo una de las peores habitaciones (y la única con el baño fuera). En Patan no hay mucha oferta de alojamiento, pero nosotros decidimos dormir aquí para poder disfrutar de la festividad de Krishna. Precisamente por estos dos motivos creemos que la habitación fue tan cara. Además, curiosamente, fue el único lugar de todo el viaje donde no accedieron a regatear. El precio era fijo. Fuimos a buscar otros alojamientos, pero o bien eran peores que este o bien estaban ocupados. No recomendaríamos este hotel y mucho menos por este precio. 

domingo, 18 de septiembre de 2011

SALIDA DE ESPAÑA Y LLEGADA A KATHMANDÚ. 18/08/2011-19/08/2011


La espera había sido tediosa. La presión y el estrés de los últimos días de un angosto año laboral hacían que el viaje se convirtiese en esa luz tenue que veíamos cada vez de un modo más intenso. Y así, tras muchas jornadas de preparativos, llegó el día de la partida.

Nos encontramos en el aeropuerto de Madrid cuatro horas antes. ¿Qué hacíamos ya en casa? Preferimos matar las horas juntos en el aeropuerto. Decidimos empaquetar nuestras maletas con aislante negro que trajimos desde Sevilla y facturar pronto. Salíamos con British Airways y en Londres hacíamos nuestra primera conexión, aunque a pesar de que eran compañías diferentes nos facturaron hasta el destino final: Kathmandú. El vuelo fue tranquilo, pero salimos con dos horas de retraso. Ahí empezaba nuestro primer inconveniente. Teníamos tres horas entre un vuelo y otro y además teníamos que cambiar de terminal. Nerviosos empezamos a  correr entre terminales, a la espera de un autobús que no llegaba. Encima nos paran en el control y les da por abrirnos las maletas. 15 minutos de espera angustiante hasta que conseguimos salir.

“¡Corred que ya veo nuestra puerta de embarque!”. Gritaba un de nosotros. Y ya desde lejos vimos en la pantalla: “Puertas cerrando”. Allí nos esperaban cuatro azafatas que nos calmaron: “Tranquilos. Habéis conseguido llegar, pero no vuestras maletas”. Siguiente problema. Habíamos querido llevar todo tan preparado que no habíamos caído en esa posibilidad. Al preparar el equipaje repartimos mudas entre los cuatro, pero no contemplamos la posibilidad de que se perdiesen o retrasasen todas. De todos modos queríamos empezar con buen rollo así que empezamos a reírnos. Al menos nosoros sí que habíamos llegado.

Aún continuábamos asfixiados por la carrera cuando entramos en el avión. La compañía era Kingfisher. En las ocho horas que duró el vuelo hacia Dehli nos dieron dos veces de comer y el resto del tiempo todo lo que se te apeteciera incluido. Incluso los cubatas. ¡Qué placer! Eso sí, muchas de las pantallas se encontraban averiadas.

Justo antes de que el vuelo partiese vino la azafata. “Finalmente han llegado a tiempo las maletas, exceptuando la de Ángela”. "Tendremos con qué cambiarnos al día siguiente", pensamos. Aunque la de Ángela resultó ser la de Joserra, puesto que las etiquetas que pusieron a nuestras maletas no coincidían con los dueños. Así el mal fue menor.

Llegamos a Delhi con media hora de antelación así que la conexión con Kathmandú la hicimos sin problemas. Ya en el aeropuerto indio comenzamos a vislumbrar ciertos destellos chocantes de la cultura asiática. Aunque como luego pudimos comprobar, lo del aeropuerto indio solo era un espejismo. Nos obligaron a pasar mil controles, más que en el viejo continente. ¡Desesperante!

Ya en el aeropuerto de Kathmandú hicimos los trámites del visado (muy sencillos). Solo teníamos que entregar los dos papeles que ya llevábamos rellenos desde aquí.


A continuación decidimos cambiar unos 20 euros por pareja por si íbamos a necesitar algo. Esto no lo recomiendo si no tenéis que coger taxi, es decir, si os vienen a buscar como hicieron con nosotros. El cambio fue de 95 NPR/1 euro, mientras que cuando llegamos a KTM el cambio era de 104/1.

Llegó la hora de pisar suelo nepalí. Mientras Joserra y Ángela solucionaban el tema de la maleta perdida (les dijeron que llegaría al día siguiente en el mismo vuelo en el que acabábamos de aterrizar nosotros), David y yo salíamos en busca de alguien de nuestro hotel que venía a buscarnos. Era la única noche que habíamos contratado, precisamente por la pereza de llegar al aeropuerto, y sin saber qué nos íbamos a encontrar, tener que regatear. 

El camino en taxi fue impactante. ¿Y creíamos que iba a ser imposible encontrar un espacio tan caótico como El Cairo? Nada. La capital de Egipto era de lo más pacífico en comparación con Katmandú. Animales cruzando las autopistas y las calles más céntricas de la ciudad, cableados eléctricos anudados a cada esquina, calles extremadamente sucias… ya nos lo dijeron antes de partir. “Es imposible imaginarlo, hay que vivir aquello para saber de qué os hablo”. ¡Cuánta razón llevaban!



Llegamos al hotel Ganesh, que contaba con magníficas críticas, aunque podría asemejarse a cualquier hostal de nuestro país. Nos dimos una ducha, después de 24 horas 'tirados' por el mundo, y salimos a dar una vuelta por Kathmandú. Era media tarde y decidimos ubicarnos y solucionar los papeleos que teníamos previstos zanjar en la zona de Thamel. Preguntamos en varias agencias y nos quedamos con la que nos ofreció las mejores sensaciones: Rainbow Travels and Tours (rainbowtt@mos.com.np). Allí compramos varias cosas:

  • Vuelo Pokhara-Jomsom: 81 dólares (es un precio fijo, según comprobamos en el aeropuerto de Pokhara cuando fuimos).
  • Autobús KTM-Pokhara: 400 Rupias
  • Tarjetas TIMS y Annapurna Cards: 2.000+1.600 Rupias (nos cobraron 200 rupias de comisión, pero preferimos hacerlo así antes que perder tiempo en ir hasta la oficina correspondiente, que nos cogía lejos).
Nos preocupaba mucho el tema de comprar en las agencias todas estas cosas, pero no supuso ningún problema. Encontraréis cientos de agencias. Todas ellas muy similares y con precios casi idénticos así que no tendréis ningún problema. Si sacáis varias cosas jugad con esa baza y regatead el precio como un pack (algo que aprendimos con los días y que no hicimos ese día).

Ahora tocaba relajarnos. Paseamos por las miles de tiendas y decidimos sentarnos a cenar a un restaurante tibetano con muy buena pinta. Ahí decidimos adentrarnos en la comida nepalí, a la que nunca conseguimos adaptarnos (fue a lo único). El restaurante estaba plagado de españoles, hecho que nos sorprendió. Como también lo hizo el precio de los platos. Todos entre 1 y 3 euros así que decidimos pedir unos 10 platos para probar de todo, entre ellos los momos o las cervezas tibetanas (una jarra enorme ardiendo llena de cebada). Los momos fue de lo poco que nos gustó. 






Esta ocasión fue la primera en la que nos encontramos a la pareja de españoles trotamundos (Barcelona-Toledo), que estaban recorriendo el mundo, y que más tarde veríamos en otros tantos sitios de nuestro periplo por Nepal. Los chicos habían estado en Tailandia, India... venían escuálidos. Con ellos estuvimos charlando un rato hasta que nos llegó la comida.



Estábamos felices. Habíamos llegado a Nepal. Ese país del que tanto habíamos leído y que ahora se presentaba ante nosotros virgen, con todo por descubrir. Esa ilusión del primer día se mantendría el último día del viaje sumado a un sentimiento de tristeza. Estábamos ante el viaje más intenso de nuestra vida.



Llegaba la hora de descansar.


¿Recomendarías el hotel y el restaurante?

Hotel Ganesh Himal:
Al reservar desde España pagamos 16 Euros, precio desorbitado por esa habitación. Por ese precio duermes en uno de lujo en Nepal. Así que si regateáis en el propio país y sacáis algo provechoso (500-700NPR) sí lo recomendaría, pero al precio que nosotros pagamos no. 


lunes, 5 de septiembre de 2011

La vuelta

Hace apenas dos días llegamos a España, después de un viaje repleto de experiencias enriquecedoras. Probablemente hayamos vivido de los días más intensos de nuestras vidas. Ahora hay que dejar reposar todas esas vivencias para poder valorarlas en su máximo realismo.

En los próximos días actualizaremos el blog con un diario de viajes que hemos ido realizando entre todos.